viernes, 17 de agosto de 2012

Boquitas Pintadas de Manuel Puig (Penguin Ediciones, 1996)

Boquitas Pintadas de Manuel Puig (Penguin Ediciones, 1996)
En estos días empiezo mi maestría en lenguas extranjeras en la Universidad George Mason (Virginia) y todos mis libros han llegado por correo (cerca de seis). Siguiendo mi fiel costumbre de no acatar al pie de la letra los que los profesores dicen, antes de empezar la clase ya he terminado de leer Boquitas Pintadas y lo he disfrutado mucho aunque me trae añoranza por la Argentina que jamás podré conocer: la de Gardel, Le Pera, y un siglo que se fue hace mucho. En 1947 cuando se define la suerte de Juan Carlos Etchepare mis padres tenían apenas 5 años. Quizás la vida de ellos fue como la de los hijos de Nélida Fernández. Tengo nostalgia de los que ellos vivieron, de esos años inocentes, de la época donde la luz y el agua en las provincias era un lujo (y aun hoy en el 2012 lo es), la de los bailes del pueblo y reinados de belleza como eje central de la vida “social”, los carnavales con serpentina y talco. La novela “pop” de Puig con su sencillez en diálogos y palabras, es a su vez un texto intrincado con monólogos interiores joycianos, soliloquios, cambios de narradores, fragmentos de cartas, anotaciones, partes policiales, confesiones en altar, voces anónimas; este hibrido le da una atmósfera profunda que brinda muchas posibilidades de lecturas (voces y mentes diversas narrando). El texto muestra lo que era la sociedad argentina (y quizás latinoamericana de la época): las clases sociales, el arribismo, los complejos, la obligada iniciación sexual con las boquitas pintadas, el machismo animal, ser degenerado era tomarse unas cervezas y fumar cigarrillos (juegos de adolescentes incluso en mis 90’s), residir en la ansiada capital aunque la vida sea una de apariencia. El hastío y remordimiento de Nélida, el rencor de Mabel, la venganza de La Raba, el destino de Panchito, la resignación y entereza del señor Massa, el honor “mancillado” de una mujer, la vida desenfrenada de Juan Carlos son el espejo empañado de una tiempo ido y olvidado hace mucho: las entrañables cartas a mano, viajes a pueblitos de climas secos para curarse de males respiratorios, bailes, y radionovela (en los 70’s escuché algunas). Hoy sin embargo con nuestra modernidad: twitter, facebook, transportes veloces, clínicas modernas, drogas lícitas y de las otras, el hombre vive quizás más aislado y afectado, anhelando aquello que no se puede atrapar en las manos. La forma de escapar hoy ha cambiado, el fondo del vaso de agua en el que nos ahogamos es idéntico. El hombre de ayer y el de hoy es en esencia el mismo, la diferencia: con la tecnología de hoy, los Juan Carlos Etchepares del siglo 21 pueden existir mucho más tiempo e irónicamente dejar este mundo con vertiginosa velocidad si se lo proponen. ¡Qué vida la modernidad!

1 comentario: