sábado, 8 de junio de 2013

Don Álvaro o la fuerza del sino Duque de Rivas

Alguna vez creo haber comentado en el blog—y si no es así lo digo ahora-- que mi generación predilecta de la literatura española es la del 98’ que se desarrolló una etapa crucial para España en lo social y político. La literatura de esa época refleja en sus textos el desencanto y la crisis moral por la situación geopolítica en la Madre Patria (la Armada Española es derrotada –destrozada escribiría Baroja en El árbol la ciencia-- por Estados Unidos en la guerra hispano-estadunidense). Ahora bien, mis preferencias personales no deberían anteponerse al conocimiento que uno puede adquirir al leer e investigar otras corrientes literarias (además las exigencias curriculares actuales me fuerzan a hacerlo). Durante los meses de Junio y Julio debo leer literatura Romántica y Realista. Así por estos días he tenido un simpático duelo con el Duque de Rivas y Don Álvaro o la fuerza del sino. Esta obra inicia el Romanticismo en el teatro español. De prosa depurada y rima deleitante, la obra encierra una tragedia amorosa, tema romántico por excelencia. Si bien a lo largo de la obra hallaremos algunos arcaísmos (esto es entendible pues las palabras y el lenguaje mismo están siempre en constante evolución y movimiento) es posible avizorar asimismo cierta intertextualidad implícita que recuerda a Calderón de la Barca y a Cervantes. Además hallaremos hipérboles románticas. Entender un texto implica relacionarlo con el autor. El Duque de Rivas no oculta en su pluma, la predilección por el tema caballaresco, el honor y la hidalguía que de alguna manera evocan su pasado militar. Esto nos obliga a deducir que dentro de la narrativa de un poema, cuento, novela o pieza teatral existen elementos como la historia, narrador, discurso y tema que establecen finalmente la unidad temática de un conjunto de escritos elaborado por un autor dentro de un contexto determinado. La trama de La fuerza del sino presenta algunos visos de lo que podríamos llamar literatura transatlántica si profundizamos en los orígenes del personaje central: don Álvaro. Europa y América fluyen en torno a la vida de Álvaro, el indiano y es justamente el origen del personaje lo que crean en él un halo de misterio que mantiene el suspenso de la obra hasta el final. La lucha entre Don Álvaro y el marqués de Calatrava por temas de nobleza, clase y por doña Leonor (la hija del marqués) nos transportan a una época donde la concepción medieval del amor cortes es todavía posible. Las clases sociales experimentan pugnas y luchas irreconciliables. La dignidad de la mujer es siempre percibida desde la perspectiva patriarcal que exige pureza, honra y castidad aun con la caricia metálica de una espada. La azarosa vida de don Álvaro, la pugna con el marqués de Calatrava y sus hijos, el amor por doña Leonor, proveen las armas necesarias por poder apreciar una obra de teatro romántica cuyo desenlace tiene realmente una fuerza cautivamente que le hace justicia al nombre de la obra. La fuerza del sino muestra lo minúsculo que puede ser el ser humano –aún el más hidalgo y valeroso-ante la vida misma, dueña de una pujanza indomable como yeguas salvajes. Los hados, el destino ejercen una fuerza magnética contra los grandes personajes épicos de la literatura. La contraportada de Don Álvaro o la fuerza del sino (Letras Hispánicas, 2010) dice a la letra: El estreno en 1835 de Don Álvaro y la fuerza del sino supuso el triunfo definitivo del Romanticismo en el teatro español y las y el alejamiento de las estrechas normas neoclásicas. Este drama complejo y variado funde reacciones violentas y escenas costumbristas, el estilo elevador y el llano y el verso y la prosa, todo en rápida sucesión y de la mano del hado fatal que empuja a don Álvaro paradigma del héroe romántico, a su angustiada destrucción, Es, suma, un grito de libertad artística.

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