sábado, 31 de diciembre de 2011

BLOGGER POR ACCIDENTE. FELIZ 2012

Cuando creé el blog en el diciembre del 2008 tenía la intención de poder mostrar algo de lo que había escrito a algunos familiares y amigos (algunos de ellos escritores, periodistas o ambas cosas a la vez). Mi razón era simple y práctica. Sabiendo lo complicado que resulta mandar papeles y libros por el servicio de correos, decidí optar por lo virtual. Además, anhelaba compartir temas literarios: cuentos, novelas, artículos sobre el arte de escribir.
En menos de seis meses el blog tenía ya mil visitas y emocionado y al borde de las lágrimas quería decir: gracias por visitar mi blog.
Pero algunos temas me lo impidieron: publiqué sin mayores pretensiones y algo de ilusión, Cuentos del Norte, historias del sur en el 2009. Sin saber cómo ni por qué recibí invitaciones para hablar sobre mi primer libro en más de una universidad de Estados Unidos, participé en algún festival literario, publiqué algunos textos en revistas y por ultimo este librito gano un premio literario. La larga lista de escritos rechazados por editoriales merece un post aparte.
En el 2011 la embajada de España en USA tuvo la gentileza de apoyarme para publicar mi segundo libro Sesenta días para abandonar el país, una nivola cualquiera sobre un inmigrante que un día viaja a los Estados Unidos y deja su país escapando casi por la puerta trasera. Este 2011 he viajado un tanto: Richmond, Connecticut, y dos veces en Perú con algunos incovenientes: un día varado en Chicago y once horas en Bogotá.
2011 dirigí algunos talleres de cuento. Uno de ellos en el Centro Cultural España de Lima.
He escrito un guion de cine por encargo y manera de terapia porque estuve cerca de cinco meses sin poder escribir nada (nada que valga la pena).
Las revistas Ventana Abierta, Baquiana y Aurora Boreal publicaron cuentos y fragmentos de mi novela. Les agradezco mucho a sus editores.
Recuerdo que en el 2009 un amigo que ya dejó de escribir o al menos ya no quiere ser escritor publicado me mencionaba que yo había tenido mucha, pero mucha suerte.
Con los cuarenta años que tengo puedo confirmar y refrendar con mi firma que la suerte no existe. La suerte es el consuelo o la excusa del tonto. A la suerte una debe tomarla como al toro, con firmeza y de las astas.
Yo no creo en la suerte ni en la inspiración, para mi estas no existen. Escribir es como cualquier otra disciplina. Un fisicoculturista no se inspira y le salen músculos. No, entrena y entrena, se alimenta bien. Un ingeniero no se inspira porque sí y construye un camino. No, primero lo diseña y luego lo ejecuta.
Un libro no se inscribe con inspiración, sino con disciplina. Un manuscrito se logra sentándose a escribir cada noche o cada fin de semana mientras otros se divierten. Toca escribir, corregir, editar y botar muchos papeles. Pueden haber compañeros cómplices mientras se escribe: un café, una copa de vida, un cigarrillo, una cerveza.
Escribir es un trabajo de obrero y por tanto la paga es mala y a veces nula. Ya lo había dicho el gran Gabo en su artículo Todo cuento es cuento chino: “Escribir una novela es pegar ladrillos. Escribir un cuento es vaciar en concreto. No sé de quién es esa frase certera. La he escuchado y repetido desde hace tanto tiempo sin que nadie la reclame, que a lo mejor termino creyendo que es mía”.
Desde el 2000 cuando llegue aquí, empecé una lucha por hallarme y descubrir qué quería hacer de mi vida. Creo que los genios se descubren así mismos desde pequeños y saben desde siempre lo que quieren. A mí me ha tomado casi cuarenta años descubrirme.
Cuando Vargas Llosa obtuvo el Nobel de literatura mencionó cómo descubrió inconscientemente su vocación: “La lectura convertía el sueño en vida y la vida en sueño y ponía al alcance del pedacito de hombre que era yo el universo de la literatura. Mi madre me contó que las primeras cosas que escribí fueron continuaciones de las historias que leía pues me apenaba que se terminaran o quería enmendarles el final.
Asimismo ratifico que escribir no es fácil como se piensa: No era fácil escribir historias. Al volverse palabras, los proyectos se marchitaban en el papel y las ideas e imágenes desfallecían. ¿Cómo reanimarlos? Por fortuna, allí estaban los maestros para aprender de ellos y seguir su ejemplo. Flaubert me enseñó que el talento es una disciplina tenaz y una larga paciencia. Faulkner, que es la forma –la escritura y la estructura– lo que engrandece o empobrece los temas”.
En el 2006 yo deliraba por momentos en vivir al máximo el American Dream. Ese año una revista de finanzas me entrevistó mostrándome como a un latino pujante que empezaba a saborear el éxito del American Dream porque yo era el dueño de una revista llamada Raíces Latinas. Cegado por los cien flashes que la fotógrafa americana me disparó, me imaginé un día conduciendo un auto lujoso.
Desde el 2007 y hasta la fecha, la recesión alarmante hizo que muchos inmigrantes perdieran autos, casas y también sus sueños. Como un ladrón invisible, la recesión arrebataba los sueños de millones.
Intuyendo lo grave de la recesión, responsablemente Kathya (mi esposa) y yo decidimos cerrar la revista de corte familiar. Muy a pesar que nuestra propuesta era más rica frente a otras que mostraban a latinas en hilos dentales y usaban un español deformado por anglicismos, igual nos vimos forzados a dar un paso al costado.
La recesión casi nos arrebató nuestra casa y con ellos once años de trabajo.
Imagino que dirán también que tuve suerte, pero yo creo que fue nuestra tenacidad y también ser metódico lo que nos permitió sobrevivir al desempleo que afronté por cerca de tres meses. ¡Desempleado en un país extranjero! Desempleado hablando dos idiomas, siendo residente permanente, con estudios en Perú y en Estados Unidos y con experiencia laboral de casi quince años. En el 2006 salí en la portada de una revista de finanzas y en el 2008 recibía con justicia y gracias a los impuestos que pago, un cheque que me permitía sobrevivir. Mientras, el entonces candidato Obama decía que aplicaría impuestos a las empresas y éstas no contrataban a nadie. Y cuando Obama ganó, pues con menos razón podía obtener un trabajo: Hemil, si Obama crea más impuestos para los pequeños empresarios, cerraré mi negocio.
Gente que en el 2006 me ofrecía trabajos cada vez que los visitaba como vendedor de publicidad de mi pequeña revista, ahora me decían por teléfono: I am really sorry. No tengo trabajo que ofrecerte.
A veces contemplaba regresar a mi país pero al ver lo feliz que mi hija era en esta, su patria, yo reformulaba todo de nuevo: ¿qué haríamos mi esposa y yo en Perú? ¿Con mis 38 años será fácil hallar un trabajo? ¿Será feliz mi hija como lo es aquí? ¿Alejarla de sus amigos y su entorno será lo mejor? ¿Quiero que ella se vuelva inmigrante a tan corta edad? ¿Acaso a sus escasos tres años ella entiende la palabra recesión? ¿Qué hago con la casa que compré y que nadie en ésta recesión va a querer comprarme?
Mientras mi esposa y yo hablamos de la recesión, mi hija comía sus espaguetis en salsa roja y decía: yummy tummy (pancita satisfecha) y pedía un poco de helado o más jugo de manzana.
Uno, con el paso del tiempo empieza a comprender que se es del lugar donde se habita o en el camino uno se vuelva algo apátrida sin querer queriendo. Y por eso no he vuelto a casa y quizás un día me marche a otra ciudad u otro país para poder ver otro mar, otro cielo, otro atardecer.
Vivir fuera sin duda cambia la visión que uno tiene del mundo y también de la propia patria. Se le ama más a la distancia, creo, porque no se la tiene cerca; creo que uno es menos ciego y ve asimismo ya con aire más neutral aquellos lastres que no nos permiten despegar y que a veces validamos o justificamos de manera inconsciente.
Luego de once años fuera, también el deslumbramiento del auto nuevo, la casa, y las comodidades propias del primer mundo te importan menos(al menos a mí).
Como todo inmigrante, al venir aquí pensé que me haría rico o al menos que amasaría algo de fortuna para abrir un negocio. Quería olvidarme que en algún momento había tenido afiebrados afanes de ser escritor.
Aquí viene a colación algo de la novela Niebla de Miguel de Unamuno y Jugo donde indirectamente se evoca a la escolástica clásica (Tomás de Aquino) "Nihil volitum quin praecognitum"(Nada es deseado sin ser antes conocido). El ingenioso Unamuno invierte los términos y dice "Nihil cognitum quin praevolitum" (Nada es conocido sin ser antes deseado). Para Unamuno el hombre no es un animal racional sino un ser anhelante, un animal angustiado.
Once años después, ya no recuerdo muy bien qué tipo de negocio quería hacer o para qué vine a Estados Unidos. Me pregunto si de algún modo yo había deseado esto: vivir fuera del lugar donde nací.
En lo que me siento afortunado es que luego de once años sigo casado. Tengo dos hijas preciosas y una nieta preciosa también. Me rodeo de familia y amigos que han sabido lidiar con mis limitaciones y errores para comunicarme y entender este mundo “moderno” donde hay treinta millones de seres humanos en situación de esclavitud. Este mundo donde los hombres, seres pensantes, se matan a balazos y machetazos, por cuestiones religiosas. Por mera fe en Dios.
Mi buena estrella
A esta buena estrella de haber publicados dos libritos, le sumo que el blog que creé en el 2008 tiene hoy 22,000 visitas. Gracias a los cibernautas (estudiantes, colegas, y profesores de español interesados en el tema de inmigración) por visitar la página y por sus comentarios. Sé que han visitado el blog desde alejados como Ucrania, Rusia, Eslovenia, Holanda. Los visitantes del blog son en su mayoría de USA, México, Perú, España y Argentina. En ese orden. El blog que leen surge apenas como un accidente pero no por ello debe dejar de agradecerles su visita.
Dicen que a fin año uno suele hacer un balance o planear lo que hará el próximo.
Yo he decido a los cuarenta años volver a las aulas para hacer una maestría en Literatura y quizás esto me impida postear con más frecuencia y escribir. También sueño con publicar una antología que agrupe autores inmigrantes que al no ser de aquí ni de allá muestran historias y experiencias diferentes.
He descubierto con el paso del tiempo que mis sueños no son producto de la casualidad, quizás de la constancia o de lo que otros llaman “suerte” o de asumir o querer hacer realidad lo que antes no me atrevía a hacer: mostrar (como hago ahora) lo que escribo.

Un abrazo y feliz año a todos.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Hemil García en Aquinas College en Michigan. Conversatorio sobre libro Cuentos del Norte, historias del Sur (vía Skype)

Hemil García en Aquinas College en Michigan. Conversatorio sobre libro Cuentos del Norte, historias del Sur (vía Skype)

Stéphane Bedere, catedrático de Español y Francés de la facultad de Lenguas Romances de Aquinas College, me hizo un gentil invitación para visitarlo este semana y poder charlar con sus alumnos.

Pese al gran esfuerzo del buen Stéphane la visita no se pudo concretar y con ello la charla presencial.

Sin embargo, de buen agrado hemos acordado hacer la charla de manera virtual vía Skype.

Así que hoy a las 4.30 PM me “presento” en Aquinas College o los alumnos de Aquinas College se “presentan” en mi casa.

Los cuentos sobre los cuales tendremos una charla son: El Huracán, El Héroe, y Cabecita de Papaya.

La problemática de inmigración: explotación, denigración y la guerra de Irak que principalmente abordo en el cuento.

Hoy voy a salir temprano del trabajo para preparar café en casa y conversar con los alumnos y mi amigo Stephane. Aunque soy reacio a este mundo tecnológico debo reconocer que vías como Skype puede “unir” personas que están en lados opuestos del planeta.

He preparado unas dos preguntas a manera de trivia sobre autores latinos y así hacer entretenida la charla.

Gracias a mon ami Stéphane y sus alumnos por permitirme estar en su clase.

Espero poder visitar Michigan el próximo año y también a los alumnos de Grand Valley State University y a la poeta y amiga Natalia Gómez, catedrática de esa casa de estudios.

Hemil

miércoles, 23 de noviembre de 2011

NIEBLA DE MIGUEL DE UNAMUNO



Sin mencionamos el nombre de Don Miguel de Unamuno y Jugo, imperiosamente tenemos que citar su novela Niebla o Nivola.Se dice que esta es una de las primeras novelas modernas de España y una de las obras representativas del autor vasco y de la Generación del 98’. Niebla deja “atrás” el Romanticismo, Naturalismo, y Costumbrismo que representan, según Unamuno, lo decimonónico.
Germán Gullón Catedrático de la Universidad de California dice que esta novela en su momento era considerada inclasificable en cuanto a género y que recién en el 60’ con el auge de la novela experimental la obra unamuniana cobra auge es valorado en su real dimensión.
El personaje principal Augusto Pérez enfrenta eventos que lo “torturan”: soledad y desamor. Empero, su personaje Augusto Pérez no cae en la contemplación, el derrotismo, ni el pesimismo de personajes de novelas naturalista o costumbristas resignadas por el infortunio; por el contrario, Pérez se enfrenta incluso a su destino: tratar de conquistar y aceptar sufrir por el amor de la pianista Eugenia del Arco que tiene ojos solamente para Mauricio, una eminencia en el arte de la holgazanería.
Sin embargo, Eugenia o el destino caprichoso se encarga que las vidas de Mauricio, Augusto y la suya tengan un extraño desenlace donde la fatalidad (un tema que Unamuno toca hondamente en más de un libro) está presente.
La fatalidad presentada por Unamuno no es ramplona si facilista sino que representa un verdadero juego de ficción donde el narrador omnisciente es tan intrusivo que se mete de lleno en la novela al punto de tener una acalorada discusión con Pérez que no sucumbe ante la opulencia del narrador-dios y se le enfrenta.
- No sea mi querido Don Miguel que sea usted y no yo el ente de ficción.
Augusto Pérez asimismo no cae en una reflexión pasiva ante la vida sino que asume El Sentimiento Trágico de la vida y la hace suyo.
“Los verdaderos hombres no sucumbimos a las grandes penas ni a las grandes alegrías, y es porque esas penas y esas alegrías vienen embozadas en una niebla de pequeños incidentes.”
Unamuno en esta novela sin duda muestra sus propias inquietudes filosóficas ante lo divino pues Don Miguel es el narrador-dios que sojuzga a Pérez es un ser humano torturado. Otro aspecto resaltante del personaje Augusto es que este desea escribir a la cual llamará Nivola y en la cual no hay un orden aristotélico de inicio, medio y final ni convenciones clásicas en la cual el personajes hasta puede tener una dialogo con su mascota si así lo desea.
Tenemos ante nosotros un personaje como Pérez que es burlón y que asimismo cumple con la función de mostrar el concepto unamuniano de la novela moderna.
Una buena novela, me dijo un escritor norteamericano y ex profesor mío, “es aquella que es character- driven y no plot- driven. En buen español “conducida por el personaje y no la trama”.
Qué duda cabe que en la Nivola de Unamuno es Pérez quien “arrastra” al mismo Unamuno y al lector en un insondable abismo: la vida que es una Niebla, una nebulosa.
Un dato curioso de Niebla. Unamuno cae en un error sobre fechas respecto a la muerte de la madre de Pérez. Pese a ello, es una gran novela y un dato así no enloda un trabajo auténtico y responde al estilo del autor para escribir: de corrido.
Haciendo un paralelo, los diálogos filosóficos entre Augusto Pérez y su amigo Víctor sobre la existencia hacen recordar a personajes de Baroja como Andrés Hurtado del El Árbol de La Ciencia. Hurtado tiene discursos filosóficos con Iturrioz quien lo instruye y a veces protege.
Habría entonces una constante en estas novelas del 98 tanto en Unamuno como en Baroja: un amor, una tragedia, un amistad y ante todo la cuestión filosófica antes el “misterio” de la vida y sus intricados caminos.
La obra de Unamuno es compleja y Niebla al igual como su obra Abel Sánchez, no fueron tomadas de manera muy receptiva en su momento.
Respecto a la novela, la contraportada de editorial Espasa Calpe dice:
Esta obra de Miguel de Unamuno es uno de los ejemplos clásicos más eminente de la novela moderna. La ficción deja de ser un puro vehicula narrativo, transmisor de historias, para convertirse en universo textual de fecundas sugerencias. El titulo, NIEBLA, expresa con claridad el propósito novelesco de desdibujar lo visible y materializar, en cambio, lo impalpable. En ese ambiente vemos a un hombre existencialmente frustrado, Augusto Pérez, sobre cuya muerte nos veremos obligados a pronunciarnos.
(Germán Gullón)

viernes, 18 de noviembre de 2011

MARIO VARGAS LLOSA Y HEMIL GARCIA EN WASHINGTON DC



(leyenda . Foto 1 Fernando de Szyszlo y Hemil Garcia. Foto 2 Mario Vargas llosa y Hemil Garcia)
Mario Vargas Llosa y Hemil García en Washington DC
No ha sido una noche cualquiera.

Esta noche pude cambiar un par de palabras con Vargas Llosa, nuestro Nobel de literatura (digo nuestro por mi eterna condición de peruano).
Decir que fue una conversación larga sería exagerar. La embajada de Perú estaba rebalsando y todos querían conversar y tomarse una foto con el escribidor MVLL.
Uno lo piensa mucho y dice: ¿y si no me hace caso? ¿Y si me dice Cacaseno?
Me vino a la mente la mala experiencia de un profesor mío de college al cual William Faulkner si apenas le devolvió el saludo. Décadas después mi profe no olvida el infortunado evento y dice que Faulkner es un pésimo escritor.
En el 90 solía merodear por la casa de MVLL en Barranco. Los motivos probablemente los explique en un libro futuro.
MVLL fue cortés pese a la fugacidad del encuentro y a la imparable seguidilla de eventos en los que participa a raíz del Nobel de Literatura en el 2010 que imagino deben tenerlo agotado y alejado de escribir. Qué ironía: un premio literario aleja al escribidor de su elemento.
Es el inexorable precio de ser una personalidad literaria.
Queda aquí en fotografía algo de esta noche diferente en la cual conocí también al pintor peruano Fernando de Szyszlo.
No, no ha sido una noche cualquiera… he conocido a uno de mis autores favoritos. Otro de ellos fue el recordado Sábato .

sábado, 29 de octubre de 2011

Pió Baroja: El Árbol de La Ciencia y La Sima(A propósito de Los Detectives Salvajes)


Pió Baroja: El Árbol de La Ciencia y La Sima.
(A propósito de Los Detectives Salvajes)
En el divagar casi onírico de Los Detectives Salvajes hay una mención al cuento La Sima de Pío Baroja.
Xosé Lendoiro (uno de los tantos narradores que tiene el libro) menciona un supuesto evento que le ha ocurrido en el cual tiene que rescatar a un chico que hay caído en un grieta “profunda e insondable” llamada La boca del diablo. En realidad no es otra cosa que una recreación a manera de juego del “macabro” relato del escritor Vasco (Pío Baroja) donde se muestra la superstición popular y su enorme influencia-control sobre las personas. El espíritu chocarrero de Bolaño y sus menciones a autores contemporáneos y clásicos puede, por inercia o simple curiosidad, desencadenar la lectura de otros libros que de algún modo en su momento pueden haber “ayudado” al autor chileno a ser el gran escritor que hoy recordamos.
Desde la pagina 429 hasta la 442 de Los Detectives Salvajes (En Edición Compactos Anagrama), Bolaño no deja de citar La Sima y a Pío Baroja. Asimismo lo cita en su meganovela 2666(tengo ya una teoría de porque Bolaño escogió eso nombre). Esas citas no son gratuitas.
Es a raíz de este relato (la Sima) que me involucro con la novela El Árbol de La Ciencia de Pío Baroja, escritor de la Generación del 98. Se le critica a Baroja “acusándolo” de ser un narrador de estructura lineal, espontaneo, ininterrumpido y hasta de tener incorrecciones gramaticales. Sin embargo por otro lado resaltan una intensidad en diálogos, narraciones, y digresiones que levantan esta novela y la separan de muchas hasta convertirla en una obra importante y al autor en uno de los grandes de su época.
Su experiencia como doctor de profesión, su cuestionamiento de la realidad, la existencia, y su pensamiento pesimista (fue un ávido lector de Schopenhauer) se ven reflejadas magistralmente en El Árbol de La Ciencia.
Cualquier lector voluntarioso en leer una novela con matices filosóficos a lo Sartre, Unamuno, o Sábato, sin duda no se decepcionará con la pluma de Baroja. Su narrativa es asimismo por ratos entretenida y burlesca, algo que Bolaño explota muy bien incluso en momento tan oscuros como los asesinatos y/o muertes que ocurren en 2666 al igual que en Los Detectives…
Reproduzco aquí un breve comentario de Alianza Editorial Madrid de la contraportada del libro El Árbol De La Ciencia. La copia que tengo es usada y sus páginas amenazan deshojarse. Así la adquirí en Lima. Leo con nostalgia que le perteneció en el 73’ a un madrileño llamado Lolin Pery. Imagino este libro estará conmigo muchos años, por si llegase a perderlo o morirme he escrito mi nombre en él. Lo mágico de un libro impreso es que no muere tan rápidamente y puede perdurar e ir a otra mano cálida aunque nosotros ya no estemos.


EL ARBOL DE LA CIENCIA
El equilibrio entre capacidad inventiva y fidelidad a la realidad y las experiencias personales proporciona un carácter inimitable al mundo de ficción de PIO BAROJA (1857-1956) y otorga a sus novelas un primerísimo lugar en la literatura de nuestro siglo. EL ARBOL DE LA CIENCIA, publicada en 1911, figura entre sus obras más hondas, permanentes y valiosas.
La personalísima técnica narrativa del gran escritor Vasco—el gusto por la sucesión ininterrumpida de acontecimientos, a la abundancia de personajes secundarios, la hábil articulación de situaciones críticas, el impresionismo descriptivo, el rápido trazo de caracteres—alcanza en esta novela una eficacia ejemplar.
La irreconciliable contraposición entre el “árbol de la vida” y “el árbol de la ciencia del bien y el mal” informa el clima entero de la historia y explica su trágico desenlace.
El protagonista, Andrés Hurtado, estudiante primero en Madrid y luego médico en zonas rurales y en la propia capital conlleva el pesar de la existencia—“ la vida en general y, sobretodo, la suya le parecía una cosa fea, turbia, dolorosa e indomable”—hasta la definitiva perdida de la esperanza, haciéndose en muchas ocasiones, portavoz de la visión del mundo y de los hombres—una concepción desilusionada del orden de las cosas que no implica, sin embargo , renuncia a la vida ni tampoco resignación ante el destino del propio Baroja.
ALIANZA EDITORIAL MADRID.
(NOTA DEL BLOGGER. A los que desean leer el cuento la Sima, tengo la versión en formato Word y puede contactarme yendo a mi perfil)

martes, 25 de octubre de 2011

LOS OLVIDADOS DE JESUS R. GUERRERO. PROOLOGO DE JOSE REVUELTAS

Mi “descubrimiento” sobre Los Olvidados del maestro Jesús R Guerrero ocurre a través de un artículo que leí en el diario El País de España. Ver enlace:
http://www.elpais.com/articulo/revista/agosto/olvidado/Bunuel/elpepirdv/20100814elpepirdv_2/Tes
A partir de este artículo empecé en el 2010 una búsqueda de artículos sobre Guerrero y dónde adquirirlo e incluso escribí sobre el supuesto plagio:
http://hemilgarcia.blogspot.com/2010/08/luis-bunuel-plagio-al-escritor-mexicano.html
Para lo que no saben del caso: se comenta que el cineasta Buñuel habría plagiado al autor México pues ambas (la novela y el libro) tienen coincidencias en cuanto a trama: el dolor de México, la pobreza y la dura vida de los niños de la calle.
A raíz de mi post sobre Los olvidados esto me escribió el catedrático y escritor Víctor Fuentes que ayudó a establecer diferencias entre película y obra (fechas distintas, lugares distintos, vida urbana versus vida rural, estilo.) Asimismo a partir de un primer email, el profesor Fuentes ha sido un libro abierto para estés servidor.
Igual pese a enterarme un poco más de Jesús R. Guerrero estuve hasta el 2011 sin poder obtener el libro: escribí a España, a México, al Instituto Politécnico, periódicos mexicanos y alguno escritor. Mis resultados fueron desafortudamente negativos.
Un poeta de México de nombre H. Canales gentilmente me fotocopió el libro y lo mandó a Estados Unidos.
Meses después me contacta Lulú desde Francia y me dice que es familiar del fallecido escritor.
Así gracias a ella logro contactarme con Morelia Guerrero, la hija del autor. Actualmente Morelia y yo nos escribimos por carta (como se estilaba gratamente en mis 80’s y 90’s) y hemos empezado un bella amistad teniendo como punto de partida la literatura. Describir la gentileza y calidez de Morelia en post no alcanzaría.
Jesús R. Guerrero y su obra deberían figurar entre los textos de lectura obligatoria en las escuelas y universidades de México pues refleja la realidad de la época- la realidad del personaje principal Martin Gay- y la muestra de manera realista, intensa y sin agravio.
He disfrutado el libro de Guerrero y en algún momento me gustaría comentarlo pues ha sido una fuente inspiradora. De momento considero más apreciable “postear” la espléndida e intensa reseña que el maestro José Revueltas hizo sobre el libro Los Olvidados, escrito por su amigo Jesús R. Guerrero. Aquí la reseña:

A Propósito de Jesús R. Guerrero
Por José Revueltas

El autor de la presente novela [Los Olvidados], que ya con anterioridad había publicado El Diputado Taffoyat y Oro Blanco, es un escritor áspero, como lleno de espinas, y a veces un escritor de una monstruosa sencillez. No escribe “bien” y está muy distante de eso que se llama una persona que “escribe bien”. Pero es un escritor; quiero decir, un hombre que si no escribe bien, expresa bien. Ahí, creo, radica su poder y su fuerza, como ahí radican el poder y la fuerza de todos los que son verdaderos escritores. Las rudas páginas de Jesús R. Guerrero, sus hermosas páginas de piedra, laten y respiran una expresión fidedigna, directa y pura. No hay ninguna retórica que pueda empañarlas, no hay ninguna simulación, ninguna “novela como nube”, sino la mano brutal y varonil tras la cual vibra, primigenio, casi como anterior al hombre, el sollozo, que ahora es un largo, quedo, inmóvil sollozo mexicano.
El poder secreto y misterioso de Jesús R. Guerrero no radica en la estructura convencional de la prosa o en la estructura no menos convencional de la novela; radica en el oído del alma, en el tacto del corazón en los ojos oscuros y patéticos de las entrañas. El siente y mira con otros órganos terrenales que no los nuestros: órganos subterráneos del asombro, geológicos, que nos van diciendo una palabra que sale del fondo, que sale de las paredes interiores del pueblo. Parece como un cactus que hablara, con sus espinas en la superficie, hirientes, y las raíces metidas en la espesa profundidad, ahí donde todo es tierra y roca y silencio y lágrimas. Consterna su voz de tan espantosamente sencilla. Consterna el hecho de que, en ocasiones, “no se nota” lo terrible que ocurre en sus novelas. No se nota de tan terrible, pero a la vez de tan real, de tan simplemente planteado. Este mérito extraño de no recargar los colores dramáticos, sino dejarlos expresarse por sí mismos, por su propia fuerza, es una de las más altas cualidades literarias de Jesús R. Guerrero. A Guerrero no le importan los efectos –o mejor, los efectismos--, y prefiere que por debajo de su voz, por debajo de sus palabras, por debajo de sus personajes, transcurra, como un río sordo y oculto, el dolor de los hombres, atónito, atónito hasta la muerte.
Como México. México atónito: México con los ojos abiertos de estupor, sin palabras para dar cuenta de su sufrimiento, víctima asombrosa, pisoteado, escarnecido, pero interiormente dueño de una fuerza cósmica, dura como la piedra y eterna como el vuelo de los astros. Un México que es el de Jesús Guerrero y que es, también, el México en el cual nos reconocemos, encontrando, al fin, la sustentación definitiva. Así se sustenta Jesús Guerrero sobre la tierra de México, sobre su pueblo. Y así ha entendido el mito de la peña de donde Moisés extrajo el agua para su tribu y toca ahora esa otra peña entrañable y bárbara de la patria.
Toca Jesús Guerrero a la patria para extraer al pueblo de ella convertido en un río poderoso y oscuro. Pueblo escueto, elemental, desesperante, el de las novelas de Jesús R. Guerrero. Pero pueblo cierto, no falsificado, no folklórico. En Los Olvidados, ese pueblo es una sombra trazada a grandes brochazos rudos; grandes y conmovedores brochazos animales, porque, a su vez, Jesús Guerrero es un animal pausado y generoso, lleno de luz por dentro, lleno de zumo agrio y caritativo, como el de los nopales o los magueyes. El pueblo, la masa terrible, huérfana, de Los Olvidados parece no ver: únicamente camina, únicamente oye y camina tras de su destino informulado. No es el pueblo que cantan los poetas al servicio de los políticos: nada más es un pueblo espantoso, ciego, que camina dando tumbos y que pide pan con los ojos sin lágrimas y el corazón lóbrego latiéndole como el remo turbio que condujese una nave, también ella desesperanzada y rota.
Ante ese pueblo se suceden los generales y los redentores, los verdaderos y los falsos, y el pueblo aplaude a unos y a otros, porque lo que él quiere y anhela está más adentro, más oscuramente adentro y más desconocido, y nadie lo ha dicho todavía. Jesús R. Guerrero tampoco lo dice en ninguna de sus novelas; en Los Olvidados menos que en otras. Porque Jesús R. Guerrero, como buen escritor realista, no se propone deformar los hechos para ponerlos al servicio de una tesis. Jesús R. Guerrero se coloca ante la vida –es decir, ante la materia novelística--, como un escucha apasionado, atento, pero fiel. Y su fidelidad es tan honda que parece como si estuviera él mismo abriéndose la carne de par en par. Esta fidelidad no es nada común entre los escritores y menos entre los escritores llamados “de la Revolución”. Los escritores de la Revolución siempre tratan de decir algo por su cuenta, sin que la auténtica y calladísima voz del pueblo llegue hasta ellos. Inventan al pueblo y hasta llegan a inventarse sus propias ideas y ni siquiera con fines artísticos, sino a veces con fines puramente ministeriales o de reaccionarismo político, como en el caso de don Mariano Azuela. Porque es difícil recrear la realidad subordinando esa recreación a los dictados mismos de la propia realidad. Lo más sencillo es la invención pura: la invención del indio, la invención de la tierra, la invención de la política, la invención revolucionaria, como han hecho hasta ahora los novelistas mexicanos contemporáneos. Pero nada más lejos del indio real, de la tierra real, de la política real, de la Revolución real, que esas invenciones amañadas y perezosas.
Los clásicos españoles usaban un término lleno de perfección para definir la labor de un novelista: se valían de la palabra “componer”: componer una novela. ¿Y qué otra cosa es la novela que una composición de los elementos que hay en la vida, en la realidad? ¿Qué otra cosa que el arreglo de los elementos vivos, dispersos en el paisaje contradictorio, abigarrado, difícil, de la realidad? Mas componer la realidad no es suplirla con las buenas o malas intenciones privadas del escritor: es elevarla a una categoría artística, pero fiel al mecanismo, a la mecánica autónoma de la realidad.
Jesús R. Guerrero da la impresión de esos indígenas que a la orilla del camino están sentados, envueltos en su fantástico sarape. Esos indígenas están mirando la realidad con sus ojos lejanos, pero a la vez son indígenas reales y vivientes. Son espectadores pero, simultáneamente, tienen una calidad de acción extraordinaria; viven el mundo real aunque en ocasiones nada más lo sospechen, y ese mundo real los hiere, toca el fondo secreto de su corazón. Jesús R. Guerrero está envuelto en su propio sarape amoroso, en ese sarape de despejada ternura que es su amor por las cosas, por los hombres, por la vida de los hombres, por el sufrimiento de los hombres. Sí, ama el sufrimiento de los hombres tanto como ama su propio sufrimiento, y, desde esa atalaya de amor se nutre como una yedra en torno de la vida.
Se explican así los personajes de esta novela, seres que son, ante todo, los olvidados de sí mismos y que animan vagamente, al influjo de esa fuerza ignorada que es la propia fuerza de la patria sorda, de la terrible patria, nómada a través de su destino: Y Guerrero ama eso, tierno y desesperado, porque comprende que, así haya en lo del sufrimiento la más honda indiferencia y el más grande fatalismo, ningún dolor carece de fecundidad.
En Los Olvidados, como en el hueco de un caracol, escúchase el batir de un intenso mar humano, de un mar sombrío, luminoso, acre, puro y terrible, pero siempre mar vivo, mar humano, mar del pueblo.
Mejor que en El Diputado Taffoyat o en Oro Blanco, Guerrero logra en Los Olvidados una más fidedigna fuerza humana. Los problemas del hombre, el amor, el sexo, el destino, cobran, en la novela de Jesús Guerrero, una cruda dimensión, áspera y brutal, pero certera, exacta. Sus protagonistas están desnudos del alma y de esta manera se convierten, merced al bárbaro recurso, en seres donde puede uno contemplar el pozo infinito del hombre, sus abismos. Martín Gay, con sus nociones elementales y su salvaje, primitivo amor a la vida; la cirquera Copo de Nieve, generosa y cínica; la hermana Matilde… Todo un mundo monstruosamente verdadero en el que palpita, antiguo e indescifrable, el hondo misterio del espíritu.

viernes, 14 de octubre de 2011

Charles Bukowski, El Principiante ( Cuento)


No soy un gran admirador de Bukowski pero ello no significa que no aprecie sus textos ni algunas de sus frases que encierran verdades de escritor.
Me he divertido con la película Factótum tanto como con la novela del mismo nombre.
Aquí un texto del malogrado autor que recuerda en algo la novela que menciono. Disfruten el texto de de Heinrich Karl Bukowski, escritor norteamericano nacido en Andernach, Alemania.

El principiante
Cuento
Charles Bukowski
Bien, dejé el lecho de muerte y salí del hospital del condado y conseguí un trabajo como encargado de almacén. Tenía los sábados y los domingos libres y un sábado hablé con Madge:
-Mira, nena, no tengo prisa por volver a ese hospital. Tendría que buscar algo que me apartara de la bebida. Hoy, por ejemplo, ¿qué se puede hacer sino emborracharse? El cine no me gusta. Los zoos son estúpidos. No podemos pasarnos todo el día jodiendo. Es un problema.
-¿Has ido alguna vez a un hipódromo?
-¿Qué es eso?
-Donde corren los caballos. Y tú apuestas.
-¿Hay algún hipódromo abierto hoy?
-Hollywood Park.
-Vamos.
Madge me enseñó el camino. Faltaba una hora para la primera carrera y el aparcamiento estaba casi lleno. Tuvimos que aparcar a casi un kilómetro de la entrada.
-Parece que hay mucha gente -dije.
-Sí, la hay.
-¿Y qué haremos ahí dentro?
-Apostar a un caballo.
-¿A cuál?
-Al que quieras.
-¿Y se puede ganar dinero?
-A veces.
Pagamos la entrada y allí estaban los vendedores de periódicos diciéndonos:
-¡Lea aquí cuáles son sus ganadores! ¿Le gusta el dinero? ¡Nosotros le ayudaremos a que lo gane!
Había una cabina con cuatro personas. Tres de ellas te vendían sus selecciones por cincuenta centavos, la otra por un dólar. Madge me dijo que comprase dos programas y un folleto informativo. El folleto, me dijo, trae el historial de los caballos. Luego me explicó cómo tenía que hacer para apostar.
-¿Sirven aquí cerveza? -pregunté.
-Sí claro. Hay un bar.
Cuando entramos, resultó que los asientos estaban ocupados. Encontramos un banco atrás, donde había como una zona tipo parque, cogimos dos cervezas y abrimos el folleto. Era sólo un montón de números.
-Yo sólo apuesto a los nombres de los caballos -dijo ella.
-Bájate la falda. Están todos viéndote el culo.
-¡Oh! Perdona.
-Toma seis dólares. Será lo que apuestes hoy.
-Oh, Harry, eres todo corazón -dijo ella.
En fin, estudiamos todo detenidamente, quiero decir estudié, y tomamos otra cerveza y luego fuimos por debajo de la tribuna a primera fila de pista. Los caballos salían para la primera carrera. Con aquellos hombrecitos encima vestidos con aquellas camisas de seda tan brillantes. Algunos espectadores chillaban cosas a los jinetes, pero los jinetes les ignoraban. Ignoraban a los aficionados y parecían incluso un poco aburridos.
-Ese es Willie Shoemaker -dijo Madge, señalándome a uno. Willie Shoemaker parecía a punto de bostezar. Yo también estaba aburrido. Había demasiada gente y había algo en la gente que resultaba depresivo.
-Ahora vamos a apostar -dijo ella.
Le dije dónde nos veríamos después y me puse en una de las colas de dos dólares ganador. Todas las colas eran muy largas. Yo tenía la sensación de que la gente no quería apostar. Parecían inertes. Cogí mi boleto justo cuando el anunciador decía: «¡Están en la puerta!».
Encontré a Madge. Era una carrera de kilómetro y medio y nosotros estábamos en la línea de meta.
-Elegí a Colmillo Verde -le dije.
-Yo también -dijo ella.
Tenía la sensación de que ganaríamos. Con un nombre como aquél y la última carrera que había hecho, parecía seguro. Y con siete a uno.
Salieron por la puerta y el anunciador empezó a llamarlos. Cuando llamó a Colmillo Verde, muy tarde, Madge gritó:
-¡COLMILLO VERDE!
Yo no podía ver nada. Había gente por todas partes. Dijeron más nombres y luego Madge empezó a saltar y a gritar:
¡COLMILLO VERDE! ¡COLMILLO VERDE!
Todos gritaban y saltaban. Yo no decía nada. Luego, llegaron los caballos.
-¿Quién ganó? -pregunté.
-No sé -dijo Madge-. Es emocionante, ¿eh?
-Sí.
Luego, pusieron los números. El favorito 7/5 había ganado, un 9/2 quedaba segundo y un 3 tercero.
Rompimos los boletos y volvimos a nuestro banco.
Miramos el folleto para la siguiente carrera.
-Apartémonos de la línea de meta para poder ver algo la próxima vez.
-De acuerdo -dijo Madge.
Tomamos un par de cervezas.
-Todo esto es estúpido -dije-. Esos locos saltando y gritando, cada uno a un caballo distinto. ¿Qué pasó con Colmillo Verde?
-No sé. Tenía un nombre tan bonito.
-Pero los caballos no saben cómo se llaman... El nombre no les hace correr.
-Estás enfadado porque perdiste la carrera. Hay muchas más carreras.
Tenía razón. Las había.
Seguimos perdiendo. A medida que pasaban las carreras, la gente empezaba a parecer muy desgraciada, desesperada incluso. Parecían abrumados, hoscos. Tropezaban contigo, te empujaban, te pisaban y ni siquiera decían «perdón». O «lo siento».
Yo apostaba automáticamente, sólo porque ella estaba allí. Los seis dólares de Madge se acabaron al cabo de tres carreras y no le di más. Me di cuenta de que era muy difícil ganar. Escogieras el caballo que escogieras, ganaba otro. Yo ya no pensaba en las probabilidades.
En la carrera principal aposté por un caballo que se llamaba Claremount III. Había ganado su última carrera fácilmente y tenía un buen tanteo. Esta vez llevé a Madge cerca de la curva final. No tenía grandes esperanzas de ganar. Miré el tablero y Claremount III estaba 25 a uno. Terminé la cerveza y tiré el vaso de papel. Doblaron la curva y el anunciador dijo:
-¡Ahí viene Claremount III!
Y yo dije:
-¡Oh, no!
-¿Apostaste por él? -dijo Madge.
-Sí -dije yo.
Claremount pasó a los tres caballos que iban delante de él, y se distanció en lo que parecían unos seis largos. Completamente solo.
-Dios mío -dije-, lo conseguí.
-¡Oh, Harry! ¡Harry!
-Vamos a tomar un trago -dije.
Encontramos un bar y pedí. Pero esta vez no pedí cerveza. Pedí whisky.
-Apostamos por Claremount III -dijo Madge al del bar.
-¿Sí? -dijo él.
-Sí -dije yo, intentando parecer veterano. Aunque no sabía cómo eran los veteranos del hipódromo.
Me volví y miré el marcador. CLAREMOUNT se pagaba a 52,40.
-Creo que se puede ganar a este juego -le dije a Madge -. Sabes, si ganas una vez no es necesario que ganes todas las carreras. Una buena apuesta, o dos, pueden dejarte cubierto.
-Así es, así es -dijo Madge.
Le di dos dólares y luego abrimos el folleto. Me sentía confiado. Recorrí los caballos. Miré el tablero.
-Aquí está -dije-. LUCKY MAX. Está nueve a uno ahora. El que no apueste por Lucky Max es que está loco. Es sin duda el mejor y está nueve a uno. Esta gente es tonta.
Fuimos a recoger mis 52,40.
Luego fui a apostar por Lucky Max. Sólo por divertirme, hice dos boletos de dos dólares con el ganador.
Fue una carrera de kilómetro y medio, con un final de carga de caballería. Debía haber cinco caballos en el alambre. Esperamos la foto. Lucky Max era el número seis. Indicaron cuál era el primero:
6.
Oh Dios mío todopoderoso. LUCKY MAX.
Madge se puso loca y empezó a abrazarme y besarme y dar saltos.
También ella había apostado por él. Había alcanzado un diez a uno. Se pagaba 22,80 dólares. Le enseñé a Madge el boleto ganador extra. Lanzó un grito. Volvimos al bar. Aún servían. Conseguimos beber dos tragos antes de que cerraran.
-Dejemos que se despejen las colas -dije-. Ya cobraremos luego.
-¿Te gustan los caballos, Harry?
-Se puede -dije-, se puede ganar, no hay duda.
Y allí estábamos, bebidas frescas en la mano, viendo bajar a la multitud por el túnel camino del aparcamiento.
-Por amor de Dios -le dije a Madge-, súbete las medias. Pareces una lavandera.
-¡Uy! ¡Perdona papaíto!
Mientras se inclinaba, la miré y pensé, pronto podré permitirme algo un poquillo mejor que esto.
Jajá.
FIN

viernes, 30 de septiembre de 2011

HEMIL GARCIA EN WWW.PERUBOOKSTORE.COM

Solamente para comentarles que tanto mi libro Cuentos del Norte, historias del sur como Sesenta días para abandonar el país están disponibles en www.perubookstore.com con lo cual ambos libros pueden ser enviados a cualquier lugar del mundo.
Perubook store es la primera librería on line del Perú. Ver enlace:
http://www.perubookstore.com/buscar/keyword/hemil%20garcia/ord_aut_asc

lunes, 12 de septiembre de 2011

TALLER BREVE DE NOVELA EN LIMA-PERU:DESCUBRE AL ESCRITOR QUE HAY EN TI


Taller Breve de novela
Definición, tipos, estructura básica de una novela y el uso adecuado de técnicas como el monólogo interior y el flashback o la retrospección serán parte de estar taller presencial y dinámico donde los participantes podrán leer sus ejercicios.
Analizaremos monólogos interiores de Vargas Llosa, Oswaldo Reynoso, Ernesto Sabato, y Joyce.
El costo del taller es de 30.00 soles. No hay límite de edad. Los participantes recibirán un libro de obsequio (novela, poesía, o antología de cuentos) al inscribirse y material de teoría literaria.
Asimismo, existe la posibilidad trabajar una antología con autores noveles a publicarse en Perú o Estados Unidos. Una oportunidad única para escritores noveles.
Abonar inscripción en cuenta en soles del BCP 193 214770116-0-85 y mandar Boucher escaneado por correo electrónico o traerlo el día de la presentación (confirmar inscripción por correo electrónico)
El taller se realizará el sábado 24 de Septiembre a las 10.30 AM hasta las 12.45- 1.00 PM. Cupos limitados (doce personas).
CL Lomas De Las Magnolias 296 Int. 202 Alt.Cdra 31 Caminos Del Inca Urb. Prolong. Benavides
Santiago de Surco, LIMA
Inscripciones e informes al 274-0542
Conductor del taller:
Hemil S. García Linares. Periodista y escritor. Publicó artículos en El Comercio (Perú) y en periódicos latinos de Estados Unidos. Ex- Editor de la revista Raíces Latinas (USA).Su obra figura en México, USA y Argentina.1er Puesto en Festival Latino del Libro USA 2010 con su libro Cuentos del Norte, Historias del Sur. En mayo del 2011 recibió la beca literaria Joan Jakobson otorgada por Wesleyan University en Estados Unidos. Ha publicado. En el 2011 publicó la novela Sesentas Días Para Abandonar El País, obra presentada tanto en Lima como en Estados Unidos.
Contactar: hemilgl@verizon.net

domingo, 11 de septiembre de 2011

SESENTA DIAS PARA ABANDONAR EL PAIS. ECOS DEL EVENTO EN VIRGINIA









Finalmente presenté el libro en Virginia junto a la familia, amigos y la comunidad latina. El evento me resultó bello y emotivo (por la calidez de la gente) que me trató bien al igual como en mi presentación en Lima-Perú.

Lo anecdótico: una llamada anónima desde un celular para culpar a latinos de X país como los culpables del funesto 11 de Setiembre. Un ridículo que no merece explicación.

En mesa me acompañaron la P.h.D en Lenguas Romances, Lesley L. Francis. Lesley es la nieta del laureado poeta norteamericano Robert Frost. Lesley, con quien me une simpatía por los textos de Unamuno, fue generosa conmigo en todo momento. Fue muy grato para el público tenerla en frente y me sentí honrado de ser presentado por ella.

Y la muy afable periodista peruana María Esther Cáceres( nacida en la hermosa tierra de mis padres: Cuzco) condujo el evento con sobriedad.
Agradezco a la embajada de España pues su apoyo l, el libro no hubiese visto la luz, a los periódicos Washington Hispanic, El Tiempo Latino, El Imparcial, Héroes Latinos, Intipuca y sus directores y periodistas por las notas respectivas.

Aquí los fotos de la presentación y los dejo agradeciéndoles por su apoyo en Perú y en USA. Asimismo a los que me han escrito de otros países. Incluyo al cineasta que desde hace un año me ha sugerido hacer un corto o una película. Le agradezco mucho por su inmerecida confianza y terquedad, lo cual me ha hecho cambiar mi posición anterior y esta vez he aceptado por primera vez en mi vida, hacer un guion de cine. No sé en que me estoy metiendo (igual como cuando empecé a publicar) pero ya al final veremos de qué se trata todo esta hermosa farsa de la vida, esta nivola unamuniana que intenta paliar nuestra fútil existencia.

miércoles, 31 de agosto de 2011

NOVELA DE INMIGRACION DE HEMIL GARCIA . PRESENTACION EN CENTREVILLE VA SET 10,2011


NOTA DE PRENSA

ESCRITOR PERUANO HEMIL GARCIA
PRESENTA NOVELA SOBRE INMIGRANTES EN USA.
CENTREVILLE VA SEPTIEMBRE 10 DEL 2011 5.00 PM.
(Con el auspicio de la Embajada de España en Washington DC)



El éxodo de jóvenes peruanos como alternativa de superación, enfrentarse a un país extraño después de una guerra interna en el Perú de los 90’s, y un proceso de aculturación convulsionada en los Estados Unidos del 2001 es el leit motiv de la primera novela del escritor peruano Hemil García Linares, titulada Sesenta Días Para Abandonar El País.

Luego de publicar en el 2009, Cuentos del Norte, Historias de Sur, libro que es materia de estudio en más de una universidad estadunidense, García Linares esta vez sorprende con una novela con rasgos autobiográficos y testimonios implacables de un American Dream que es a veces esquivo, cuando no impasible e indiferente.

Una novela descriptiva sobre el self-made man y ciudades como Lima, New York, Washington DC, Virginia en las cuales los personajes se enfrentan por imponerse y sobrevivir frente al temor recurrente de la violencia en diversos aspectos.

Hemil García Linares (Lima, 1971) Periodista y escritor. Ex editor de la revista Raíces Latinas (USA). Sus cuentos han sido antologados en México, Estados Unidos, Argentina y Dinamarca. Su libro Cuentos del norte, historias del sur, obtuvo el International Latino Book Awards en New York en el 2010.En mayo del 2011 obtuvo la beca literaria Joan Jakobson otorgada por la Universidad Wesleyan de Connecticut -Estados Unidos.

Sesenta días para abandonar el país, se presentará el Sábado 10 de Septiembre del 2011 a las 5.00 PM. en Green Trails HOA Club House, 14300 Green Trails Blvd, Centreville VA 20121.
Los comentarios y presentación estarán a cargo de Lesley Lee Francis, Ph.D. en Lenguas Romances (Duke University), Eugenia Muñoz, Ph.D en Español (VCU) y María Esther Cáceres, Licenciada en Comunicación Social (Universidad San Antonio Abad, Cuzco-Perú). La novela cuenta con el auspicio de la Embajada de España en Washington DC.
El ingreso es libre. Amplio parqueo gratuito disponible.
Contacto e informes: Hemil García Linares mail: hemilgl@verizon.net , kathyasrg@verizon.net
(703) 328-5774 (703) 887-3242

Comentarios acerca del autor:

“Acercarse al mundo narrativo de Hemil García es irse dejando llevar por los hilos de una trama que va absorbiendo línea a línea a medida que transcurren las circunstancias vitales de los personajes. Sus lectores o bien se identifican con aquellos personajes de los cuales conoce directamente muchas de sus circunstancias porque las ha experimentado, las ha escuchado o las ha presenciado. O bien esos lectores se sorprenden y conmueven frente a personajes cuyas experiencias, angustias, luchas, frustraciones y sueños les eran ajenos por lo desconocidos”.
Eugenia Muñoz, Doctora en Literatura y catedrática de la Universidad VCU en Virginia Estados Unidos.

“Con este relato de exilio, llegamos no a una utopía, tampoco a ese American Dream que se ha convertido en el único sueño terráqueo, y que los foráneos del tercer mundo solo vemos por televisión. Efectivamente, con el protagonista de esta historia somos testigos del terror. Sin embargo, hay un constante vitalismo, una hermosa resistencia, un horizonte que, aunque no se avizora tan claramente, se supone que es el último bastión donde podrá ser posible una vida más humana. He aquí, entonces, una novela post-11 Set”.
Miguel Ildefonso, escritor y poeta peruano.

Agradecemos su difusión.

Direcciones:


Driving Directions
From the North, take I-95 South and merge onto I-495 W / CAPITAL BELTWAY via EXIT 27
Merge onto I-66 W via EXIT 49 toward MANASSAS / FRONT ROYAL
Merge onto VA-28 S via EXIT 53A toward CENTREVILLE
Turn LEFT onto GREEN TRAILS BLVD
Club House will be to your left right after Centreville Elementary School.

From the South, take I-95 North and merge onto I-495 W / CAPITAL BELTWAY via EXIT 57 B
Merge onto I-66 W via EXIT 49 toward MANASSAS / FRONT ROYAL
Merge onto VA-28 S via EXIT 53A toward CENTREVILLE
Turn LEFT onto GREEN TRAILS BLVD
Club House will be to your left right after Centreville Elementary School.

lunes, 22 de agosto de 2011

No estaba muerto andaba de parranda. ¿Penúltimo Post del 2011?

No estaba muerto, andaba de parranda. ¿Penúltimo Post del 2011?Les agradezco a los amigos por sus posts preguntando, ¿Que ha sido de tu vida?
A los amigos que desde España, Canadá, Italia han preguntando por este servidor y por adquirir mi reciente libro. Y obvio a mis amigos y familia en Perú.
Ha habido un poco de silencio desde mí llegada a USA y pido mil disculpas. No ha sido intencional.
Me encuentro bien: no he sido raptado por ningún alienígena, ni el Chupacabras, el Buggyman, La Llorona, El Chullachaki, o el Tunche. Tampoco he tocado el cielo con unos de trabajos-pirámides en los cuales terminas ganando cantidades exorbitantes de dinero sin hacer nada, solamente embaucando a tu propia familia y tus amigos.
La verdad he llegado agotado a Virginia y una de las razones primordiales es que siempre duermo pocas horas. Me gusta leer hasta tarde y otras veces tengo “trabajo” literario por hacer o trabajo “real”, el cual paga las cuentas.
Ayer domingo tuve una entrevista en Radio Fairfax www.fcaca.org que solamente en la ciudad de Fairfax llega a 250,000 hogares y hoy lunes otra televisiva para el Programa Héroes Latinos. www.heroeslatinos.org que difunde el autor Salvadoreño Fredys Romero quien es un promotor incansable de la cultura latina en Virginia.
Ahora toca preparar la presentación en la tranquila y acogedora ciudad de Fairfax, esta vez sin la ayuda de mi editor en Lima, Eduardo Borjas, quien dicho sea de paso organizó una lectura muy amena en la Casa de la Literatura en Lima.
Para mi suerte y fortuna, mi esposa Kathya está poniéndose todo este peso al hombro y junto con un par de colegas escritores y periodistas intentaré no defraudar a mi familia y amigos en USA en la lectura que haremos en Virginia.
Ya comenté que mi viaje ha sido muy complicado y llenos de sorpresas como las expuestas antes: viajes cancelados, problemas de salud (nada de peligro).
Luego de presentar un libro, por lo general descanso un mes o dos y después vuelvo a escribir con mucha intensidad. Pero esta vez ha ocurrido lo contrario.
Temas familiares cruciales en Lima han determinado que forzosamente tome al menos un par de meses sin escribir. Para nada considero que este momento “íntimo” sea negativo o un retroceso, todo lo contrario, creo que podría darle más sentido a mi vida y completar la búsqueda que he tenido siempre por encontrar mi corazón, mis ilusiones y ser quien yo quiero ser: una persona simple, alguien que disfruta estar en familia, alguien que le gusta ir a la playa o pasar un día de campo en el rio; compartiendo y riéndose, con esa complicidad de pasarla bien con la gente que amas, con aquellos por los que puedes dar tu vida, aquellos que transforma el tiempo en alegría.
He dejado de lado algunos proyectos: tomar una clase o dos este otoño: literatura inglesa y norteamericana y empezar un ambicioso proyecto académico, una novela a media hacer en español y otra enteramente en ingles.
El destino y dios (si me puede al fin ver) ha querido que varios proyectos queden de lado por algo que no es menos importante: luchar por el bienestar de mi familia como siempre he intentado hacerlo.
Miranda, Kathya y yo encontramos bien de salud y espiritualmente fuertes pero enfrentando valientemente toda adversidad y esta recesión que ha evaporado el dinero de la gente (las minorías se han visto muy afectadas), arrancado las casas que con tanto esfuerzo muchos compraron. En estas épocas no hace falta tener un buen trabajo (tengo uno) si no tener hasta dos o inventártelas para poder sobrevivir. Y en ese andamos y pese a que nos sentimos extremadamente afortunados de conservar lo poco que tenemos, igual duele escuchar que tus amigos e incluso familiares han perdido sus condominios, casas o autos porque no pueden pagarlo. Y no solamente eso, también sus trabajos y la dignidad de saber que puedes proveer a tus hijos.
El mundo y sobre todo en USA siempre rige la ley del más fuerte. Las personas de a pie nunca tendrán rescate financiero alguno. Solamente los bancos y grandes corporaciones. Creo que fue Bill Gates quien en una presentación en un centro educativo dio una de sus máximas para triunfar: la vida no es siempre justa, acostúmbrate.
Comparta o no la que diga Gates, la realidad de sus palabras cobran brío en este mundo cada vez más violento donde se miente, se hiere, se mata, se secuestra, y se agrade física, verbal y hasta virtualmente de manera gratuita o por nimiedades cualesquiera: tierras, fanatismo, ambición, poder, odios, rencor, o ignorancia.
Mi siguiente post de estos meses será probablemente el de la presentación de mi libro el 10 de Septiembre del 2011 y posteriormente habrá un receso obligado: los sábados y domingos de los que queda del verano quiero dedicarme a ir al rio o la playa, o a un parque; por una cuestión de salud mental y espiritual y porque, antes que escritor, mi meta es ser un humano sensible y entiendo que la familia siempre es primero.
Desde hace Junio no he podido escribir una sola hoja que valga la pena y sé que no debo forzar que las historias salgan. Mi mente está en otro lugar y no piensa en escribir, mi corazón me dice que debo estar al lado de mi hija. Una de las primeras frases que mi Miranda ha aprendido en ingles ha sido: Papa, no book.
No va ser un alejamiento largo y por el contrario quiero pensar que será para volver con más fuerza. Le agradezco a toda la familia y amigos por su apoyo incondicional en las presentaciones del 2009 y 2011 y los que se comunican ya sea telefónicamente o por internet.
Como decimos trilladamente: esto no es un adiós sino una hasta luego; o como diría un desaparecido y popular animador de nuestra televisión chola, apenas: un comercial y regreso.
A los escritores peruanos Carmen Olle, Oswaldo Reynoso, Martin Roldan, Cathya Adui, Miguel Ildefonso, Rodolfo Ybarra, Jesús Jara, Juan Mauricio Muñoz, Vagón Azul Editores.
En Estados Unidos a los colegas y académicos Natalia Gómez, Eugenia Muñoz, Víctor Fuentes, Stephane Bedere, Lesley Lee Francis.
A los blogueros les pido mil disculpas por este receso forzado. Aunque no escriba intentaré en lo posible poner artículos de otros, que al final son más relevantes que los míos.
Un abrazo fraterno y agradecido.
Hemil García

lunes, 1 de agosto de 2011

Algunos Aspectos del Cuento de Julio Cortázar


Algunos Aspectos del Cuento de Julio Cortázar(
Este post se publicó a la 1.57 de la mañana del día martes 2 de agosto del 2011 desde Virginia previo a preparar un chilcano con Pisco acholado Queirolo (obsequiado por mi padre), limón y Canada Dry . ha sido un día larguísimo y eterno y mañana , por fortuna tengo un día relajado: piscina y nadar con mi princesa Miranda)
Cuanto tenía apenas veinte dos o veintitrés, mis primeras clases de cuento las hice con el escritor Reynaldo Santa Cruz en un taller en el Centro Cultural La Noche. En aquellos lejanos noventas documentos como el que voy postear eran menos accesibles y apenas se podían copiar o con suerte leías algún fragmento si los que tenían el bendito archivo abrían su corazoncito Rimbaudiano de poeta maldito, y decidían compartirlo dejando su Shopenhauariano pesimismo pensando que así los otros serían mejores escritores. En otras palabras, algunas personas no querían simplemente compartir sus textos de teoría literaria por considerarlos “difíciles” de conseguir.
Recuerdo que en el taller se me ocurrió pedir textos de“teoría literaria”. Reynaldo accedió, aunque con algo dijo respecto a mi pedido. Ha sido hace más de dos décadas así que no recuerdo muy bien que dijo (creo). Igual le estoy agradecido porque en el taller de Reynaldo pude leer por primera vez un texto mío.
Del taller recuerdo que aprendí los aspectos básicos del flashback, el contrapunto ,sobre el narrador omnisciente y las voces del narrador, pero pasarían mucho años para poder no solamente entender los conceptos sino aplicarlos adecuadamente y hacerlos fluir sin que se vean como meros ejercicios. Pese a que el taller me fui útil, recuerdo también que algunos alumnos actuaban como si hubiesen ganado el Juan Rulfo, especialmente uno que tenía apellido de ciudad peruana del norte. De todos estos prospectos de escritores y pasados veinte largos años, ninguno se ha hecho conocido ni en pelea de perros, yo tampoco, pero parece que fui el único que siguió, no diría con la pasión, sino con la terquedad por escribir. Cuando se tiene veinte, hay siempre mucha pose y cualquiera quiere ser poeta. Y hasta pululan multifacéticos que tienen talento desmedido para escribir poesía y prosa. Y se dan maña para andar siempre con un libro bajo las axilas pensando que también se puede aprender a escribir por absorción.
Yo nunca dije que quería ser escritor, solamente necesitaba escribir y he escrito muchos años sin hacer siquiera pensando en publicar.
Como yo no creo en esos secretismos cojudos, hermetismos, cofradía de escritores, ni pertenezco a ningún club de Tobi literario, comparto el documento Algunos Aspectos del Cuento de Julio Cortázar con todos los escritores noveles o no. Es un texto literario, que a mí en lo particular, me ha servido y también ha hecho más delicioso escribir. Considero que este texto debería repartirse en las escuelas secundarias y en las clases de literatura de las universidades, sobre todo para que lo lean los profesores. Sobre todo aquellos que hacen de la enseñanza una modorra mecánica. Cito al exquisito Oscar Wilde quien respecto a la educación dijo: “Nuestro entusiasmo por la educación se ha extremado hoy los incapaces de aprender se han puesto a enseñar”.

Aspectos del cuento
Julio Cortázar
Puesto que voy a ocuparme de algunos aspectos del cuento como género literario, y es posible que algunas de mis ideas sorprendan o choquen a quienes las lean, me parece de una elemental honradez definir el tipo de narración que me interesa, señalando mi especial manera de entender el mundo.
Casi todos los cuentos que he escrito pertenecen al género llamado fantástico por falta de mejor nombre, y se oponen a ese falso realismo que consiste en creer que todas las cosas pueden describirse y explicarse como lo daba por sentado el optimismo filosófico y científico del siglo XVIII, es decir, dentro de un mundo regido más o menos armoniosamente por un sistema de leyes, de principios, de relaciones de causa y efecto, de psicologías definidas, de geografía bien cartografiadas. En mi caso, la sospecha de otro orden más secreto y menos comunicable, y el fecundo descubrimiento de Alfred Jarry, para quien el verdadero estudio de la realidad no residía en las leyes sino en las excepciones a esas leyes, han sido algunos de los principios orientadores de mi búsqueda personal de una literatura al margen de todo realismo demasiado ingenuo. Por eso, si en las ideas que siguen encuentran ustedes una predilección por todo lo que en el cuento es excepcional, trátese de los temas o incluso de las formas expresivas, creo que esta presentación de mi propia manera de entender el mundo explicará mi toma de posesión y mi enfoque del problema. En último extremo podrá decirse que solo he hablado del cuento tal y como yo lo practico. Y sin embargo, no creo que sea así. Tengo la certidumbre de que existen ciertas constantes, ciertos valores que se aplican a todos los cuentos, fantásticos o realistas, dramáticos o humorísticos. Y pienso que tal vez sea posible mostrar aquí esos elementos invariables que dan a un buen cuento su atmósfera peculiar y su calidad de obra de arte.

La oportunidad de cambiar ideas acerca del cuento me interesa por diversas razones. Vivo en un país -Francia- donde este género tiene poca vigencia, aunque en los últimos años se nota entre escritores y lectores un interés creciente por esa forma de expresión. De todos modos, mientras los críticos siguen acumulando teorías y manteniendo enconadas polémicas acerca de la novela, casi nadie se interesa por la problemática del cuento. Vivir como cuentista en un país donde esta forma expresiva es un producto casi exótico, obliga forzosamente a buscar en otras literaturas el alimento que allí falta. Poco a poco, en sus textos originales o mediante traducciones, uno va acumulando casi rencorosamente una enorme cantidad de cuentos del pasado y del presente, y llega el día en que puede hacer un balance, intentar una aproximación valorativa a ese género de tan difícil definición, tan huidizo en sus múltiples y antagónicos aspectos, y en última instancia tan secreto y replegado en sí mismo, caracol del lenguaje, hermano misterioso de la poesía en otra dimensión del tiempo literario.

Pero además de ese alto en el camino que todo escritor debe hacer en algún momento de su labor, hablar del cuento tiene un interés especial para nosotros, puesto que casi todos los países americanos de lengua española le están dando al cuento una importancia excepcional, que jamás había tenido en otros países latinos como Francia o España. Entre nosotros, como es natural en las literaturas jóvenes, la creación espontánea precede casi siempre al examen crítico, y está bien que así sea. Nadie puede pretender que los cuentos sólo deban escribirse luego de conocer sus leyes. En primer lugar, no hay tales leyes; a lo sumo cabe hablar de puntos de vista, de ciertas constantes que dan una estructura a ese género tan poco incasillable; en segundo lugar los teóricos y los críticos no tienen por qué ser los cuentistas mismos, y es natural que aquellos sólo entren en escena cuando exista ya un acervo, un acopio de literatura que permita indagar y esclarecer su desarrollo y sus cualidades.

En América, tanto en Cuba como en México o Chile o Argentina, una gran cantidad de cuentistas trabaja desde comienzos de siglo, sin conocerse entre sí, descubriéndose a veces de manera casi póstuma. Frente a ese panorama sin coherencia suficiente, en el que pocos conocen a fondo la labor de los demás, creo que es útil hablar del cuento por encima de las particularidades nacionales e internacionales, porque es un género que entre nosotros tiene una importancia y una vitalidad que crecen de día en día. Alguna vez se harán las antologías definitivas -como las hacen los países anglosajones, por ejemplo- y se sabrá hasta dónde hemos sido capaces de llegar. Por el momento no me parece inútil hablar del cuento en abstracto, como género literario. Si nos hacemos una idea convincente de esa forma de expresión literaria, ella podrá contribuir a establecer una escala de valores para esa antología ideal que está por hacerse. Hay demasiada confusión, demasiados malentendidos en este terreno. Mientras los cuentistas siguen adelante su tarea, ya es tiempo de hablar de esa tarea en sí misma, al margen de las personas y de las nacionalidades. Es preciso llegar a tener una idea viva de lo que es el cuento, y eso es siempre difícil en la medida en que las ideas tienden a lo abstracto, a desvitalizar su contenido, mientras que a su vez la vida rechaza angustiada ese lazo que quiere echarle la conceptualización para fijarla y categorizarla. Pero si no tenemos una idea viva de lo que es el cuento habremos perdido el tiempo, porque un cuento, en última instancia, se mueve en ese plano del hombre donde la vida y la expresión escrita de esa vida libran una batalla fraternal, si se me permite el término; y el resultado de esa batalla es el cuento mismo, una síntesis viviente a la vez que una vida sintetizada, algo así como un temblor de agua dentro de un cristal, una fugacidad en una permanencia. Sólo con imágenes se puede trasmitir esa alquimia secreta que explica la profunda resonancia que un gran cuento tiene entre nosotros, y que explica también por qué hay muchos cuentos verdaderamente grandes.

Para entender el carácter peculiar del cuento se le suele comparar con la novela, género mucho más popular y sobre el cual abundan las preceptivas. Se señala, por ejemplo, que la novela se desarrolla en el papel, y por lo tanto en el tiempo de la lectura, sin otro límite que el agotamiento de la materia novelada; por su parte, el cuento parte de la noción de límite, y en primer término de límite físico, al punto que en Francia, cuando un cuento excede las veinte páginas, toma ya el nombre de nouvelle, género a caballo entre el cuento y la novela propiamente dicha. En ese sentido, la novela y el cuento se dejan comparar analógicamente con el cine y la fotografía, en la medida en que una película es en principio un "orden abierto", novelesco, mientras que una fotografía lograda presupone una ceñida limitación previa, impuesta en parte por el reducido campo que abarca la cámara y por la forma en que el fotógrafo utiliza estéticamente esa limitación. No sé si ustedes han oído hablar de su arte a un fotógrafo profesional; a mí siempre me ha sorprendido el que se exprese tal como podría hacerlo un cuentista en muchos aspectos. Fotógrafos de la calidad de un Cartier-Bresson o de un Brasai definen su arte como una aparente paradoja: la de recortar un fragmento de la realidad, fijándole determinados límites, pero de manera tal que ese recorte actúe como una explosión que abre de par en par una realidad mucho más amplia, como una visión dinámica que trasciende espiritualmente el campo abarcado por la cámara. Mientras en el cine, como en la novela, la captación de esa realidad más amplia y multiforme se logra mediante el desarrollo de elementos parciales, acumulativos, que no excluyen, por supuesto, una síntesis que dé el "clímax" de la obra, en una fotografía o en un cuento de gran calidad se procede inversamente, es decir que el fotógrafo o el cuentista se ven precisados a escoger y limitar una imagen o un acaecimiento que sean significativos, que no solamente valgan por sí mismos, sino que sean capaces de actuar en el espectador o en el lector como una especie de apertura, de fermento que proyecta la inteligencia y la sensibilidad hacia algo que va mucha más allá de la anécdota visual o literaria contenidas en la foto o en el cuento. Un escritor argentino, muy amigo del boxeo, me decía que en ese combate que se entabla entre un texto apasionante y su lector, la novela gana siempre por puntos, mientras que el cuento debe ganar por knock-out. Es cierto, en la medida en que la novela acumula progresivamente sus efectos en el lector, mientras que un buen cuento es incisivo, mordiente, sin cuartel desde las primeras frases. No se entienda esto demasiado literalmente, porque el buen cuentista es un boxeador muy astuto, y muchos de sus golpes iniciales pueden parecer poco eficaces cuando, en realidad, están minando ya las resistencias más sólidas del adversario. Tomen ustedes cualquier gran cuento que prefieran, y analicen su primera página. Me sorprendería que encontraran elementos gratuitos, meramente decorativos. El cuentista sabe que no puede proceder acumulativamente, que no tiene por aliado al tiempo; su único recurso es trabajar en profundidad, verticalmente, sea hacia arriba o hacia abajo del espacio literario. Y esto, que así expresado parece una metáfora, expresa sin embargo lo esencial del método. El tiempo del cuento y el espacio del cuento tienen que estar como condenados, sometidos a una alta presión espiritual y formal para provocar esa "apertura" a que me refería antes. Basta preguntarse por qué un determinado cuento es malo. No es malo por el tema, porque en literatura no hay temas buenos ni temas malos, solamente hay un buen o un mal tratamiento del tema. Tampoco es malo porque los personajes carecen de interés, ya que hasta una piedra es interesante cuando de ella se ocupan un Henry James o un Franz Kafka. Un cuento es malo cuando se lo escribe sin esa tensión que debe manifestarse desde las primeras palabras o las primeras escenas. Y así podemos adelantar ya que las nociones de significación, de intensidad y de tensión han de permitirnos, como se verá, acercarnos mejor a la estructura misma del cuento.

Decíamos que el cuentista trabaja con un material que calificamos de significativo. El elemento significativo del cuento parecería residir principalmente en su tema, en el hecho de escoger un acaecimiento real o fingido que posea esa misteriosa propiedad de irradiar algo más allá de sí mismo, al punto que un vulgar episodio doméstico, como ocurre en tantos admirables relatos de una Katherine Mansfield o un Sherwood Anderson, se convierta en el resumen implacable de una cierta condición humana, o en el símbolo quemante de un orden social o histórico. Un cuento es significativo cuando quiebra sus propios límites con esa explosión de energía espiritual que ilumina bruscamente algo que va mucho más allá de la pequeña y a veces miserable anécdota que cuenta. Pienso, por ejemplo, en el tema de la mayoría de los admirables relatos de Antón Chejov. ¿Qué hay allí que no sea tristemente cotidiano, mediocre, muchas veces conformista o inútilmente rebelde? Lo que se cuenta en esos relatos es casi lo que de niños, en las aburridas tertulias que debíamos compartir con los mayores, escuchábamos contar a los abuelos o a las tías; la pequeña, insignificante crónica familiar de ambiciones frustradas, de modestos dramas locales, de angustias a la medida de una sala, de un piano, de un té con dulces. Y, sin embargo, los cuentos de Katherine Mansfield, de Chéjov, son significativos, algo estalla en ellos mientras los leemos y nos proponen una especie de ruptura de lo cotidiano que va mucho más allá de la anécdota reseñada.

Ustedes se han dado ya cuenta de que esa significación misteriosa no reside solamente en el tema del cuento, porque en verdad la mayoría de los malos cuentos que todos hemos leído contienen episodios similares a los que tratan los autores nombrados. La idea de significación no puede tener sentido si no la relacionamos con las de intensidad y de tensión, que ya no se refieren solamente al tema sino al tratamiento literario de ese tema, a la técnica empleada para desarrollar el tema. Y es aquí donde, bruscamente, se produce el deslinde entre el buen y el mal cuentista. Por eso habremos de detenernos con todo el cuidado posible en esta encrucijada, para tratar de entender un poco más esa extraña forma de vida que es un cuento logrado, y ver por qué está vivo mientras otros, que aparentemente se le parecen, no son más que tinta sobre papel, alimento para el olvido.

Miremos la cosa desde el ángulo del cuentista y en este caso, obligadamente, desde mi propia versión del asunto. Un cuentista es un hombre que de pronto, rodeado de la inmensa algarabía del mundo, comprometido en mayor o en menor grado con la realidad histórica que lo contiene, escoge un determinado tema y hace con él un cuento. Este escoger un tema no es tan sencillo. A veces el cuentista escoge, y otras veces siente como si el tema se le impusiera irresistiblemente, lo empujara a escribirlo. En mi caso, la gran mayoría de mis cuentos fueron escritos -cómo decirlo- al margen de mi voluntad, por encima o por debajo de mi consciencia razonante, como si yo no fuera más que un médium por el cual pasaba y se manifestaba una fuerza ajena. Pero eso, que puede depender del temperamento de cada uno, no altera el hecho esencial, y es que en un momento dado hay tema, ya sea inventado o escogido voluntariamente, o extrañamente impuesto desde un plano donde nada es definible. Hay tema, repito, y ese tema va a volverse cuento. Antes que ello ocurra, ¿qué podemos decir del tema en sí? ¿Por qué ese tema y no otro? ¿Qué razones mueven consciente o inconscientemente al cuentista a escoger un determinado tema?

A mí me parece que el tema del que saldrá un buen cuento es siempre excepcional, pero no quiero decir con esto que un tema deba de ser extraordinario, fuera de lo común, misterioso o insólito. Muy al contrario, puede tratarse de una anécdota perfectamente trivial y cotidiana. Lo excepcional reside en una cualidad parecida a la del imán; un buen tema atrae todo un sistema de relaciones conexas, coagula en el autor, y más tarde en el lector, una inmensa cantidad de nociones, entrevisiones, sentimientos y hasta ideas que flotan virtualmente en su memoria o su sensibilidad; un buen tema es como un sol, un astro en torno al cual gira un sistema planetario del que muchas veces no se tenía consciencia hasta que el cuentista, astrónomo de palabras, nos revela su existencia. O bien, para ser más modestos y más actuales a la vez, un buen tema tiene algo de sistema atómico, de núcleo en torno al cual giran los electrones; y todo eso, al fin y al cabo, ¿no es ya como una proposición de vida, una dinámica que nos insta a salir de nosotros mismos y a entrar en un sistema de relaciones más complejo y hermosos? Muchas veces me he preguntado cuál es la virtud de ciertos cuentos inolvidables. En el momento los leímos junto con muchos otros, que incluso podían ser de los mismos autores. Y he aquí que los años han pasado, y hemos vivido y olvidado tanto. Pero esos pequeños, insignificantes cuentos, esos granos de arena en el inmenso mar de la literatura, siguen ahí, latiendo en nosotros. ¿No es verdad que cada uno tiene su colección de cuentos? Yo tengo la mía, y podría dar algunos nombres. Tengo William Wilson de Edgar A. Poe; tengo Bola de sebo de Guy de Maupassant. Los pequeños planetas giran y giran: ahí está Un recuerdo de Navidad de Truman Capote; Tlön, Uqbar, Orbis Tertius de Jorge Luis Borges; Un sueño realizado de Juan Carlos Onetti; La muerte de Iván Ilich, de Tolstoi; Cincuenta de los grandes, de Hemingway; Los soñadores, de Izak Dinesen, y así podría seguir y seguir... Ya habrán advertido ustedes que no todos esos cuentos son obligatoriamente de antología. ¿Por qué perduran en la memoria? Piensen en los cuentos que no han podido olvidar y verán que todos ellos tienen la misma característica: son aglutinantes de una realidad infinitamente más vasta que la de su mera anécdota, y por eso han influido en nosotros con una fuerza que no haría sospechar la modestia de su contenido aparente, la brevedad de su texto. Y ese hombre que en un determinado momento elige un tema y hace con él un cuento será un gran cuentista si su elección contiene -a veces sin que él lo sepa conscientemente- esa fabulosa apertura de lo pequeño hacia lo grande, de lo individual y circunscrito a la esencia misma de la condición humana. Todo cuento perdurable es como la semilla donde está durmiendo el árbol gigantesco. Ese árbol crecerá en nosotros, dará su sombra en nuestra memoria.

Sin embargo, hay que aclarar mejor esta noción de temas significativos. Un mismo tema puede ser profundamente significativo para un escritor, y anodino para otro; un mismo tema despertará enormes resonancias en un lector, y dejará indiferente a otro. En suma, puede decirse que no hay temas absolutamente significativos o absolutamente insignificantes. Lo que hay es una alianza misteriosa y compleja entre cierto escritor y cierto tema en un momento dado, así como la misma alianza podrá darse luego entre ciertos cuentos y ciertos lectores. Por eso, cuando decimos que un tema es significativo, como en el caso de los cuentos de Chejov, esa significación se ve determinada en cierta medida por algo que está fuera del tema en sí, por algo que está antes y después del tema. Lo que está antes es el escritor, con su carga de valores humanos y literarios, con su voluntad de hacer una obra que tenga un sentido; lo que está después es el tratamiento literario del tema, la forma en que el cuentista, frente a su tema, lo ataca y sitúa verbal y estilísticamente, lo estructura en forma de cuento, y lo proyecta en último término hacia algo que excede el cuento mismo. Aquí me parece oportuno mencionar un hecho que me ocurre con frecuencia, y que otros cuentistas amigos conocen tan bien como yo. Es habitual que en el curso de una conversación, alguien cuente un episodio divertido o conmovedor o extraño, y que dirigiéndose luego al cuentista presente le diga: "Ahí tienes un tema formidable para un cuento; te lo regalo." A mí me han reglado en esa forma montones de temas, y siempre he contestado amablemente: "Muchas gracias", y jamás he escrito un cuento con ninguno de ellos. Sin embargo, cierta vez una amiga me contó distraídamente las aventuras de una criada suya en París. Mientras escuchaba su relato, sentí que eso podía llegar a ser un cuento. Para ella esos episodios no eran más que anécdotas curiosas; para mí, bruscamente, se cargaban de un sentido que iba mucho más allá de su simple y hasta vulgar contenido. Por eso, toda vez que me he preguntado: ¿Cómo distinguir entre un tema insignificante, por más divertido o emocionante que pueda ser, y otro significativo?, he respondido que el escritor es el primero en sufrir ese efecto indefinible pero avasallador de ciertos temas, y que precisamente por eso es un escritor. Así como para Marcel Proust el sabor de una magdalena mojada en el té abría bruscamente un inmenso abanico de recuerdos aparentemente olvidados, de manera análoga el escritor reacciona ante ciertos temas en la misma forma en que su cuento, más tarde, hará reaccionar al lector. Todo cuento está así predeterminado por el aura, por la fascinación irresistible que el tema crea en su creador.

Llegamos así al fin de esta primera etapa del nacimiento de un cuento, y tocamos el umbral de su creación propiamente dicha. He aquí al cuentista, que ha escogido un tema valiéndose de esas sutiles antenas que le permiten reconocer los elementos que luego habrán de convertirse en obra de arte. El cuentista está frente a su tema, frente a ese embrión que ya es vida, pero que no ha adquirido todavía su forma definitiva. Para él ese tema tiene sentido, tiene significación. Pero si todo se redujera a eso, de poco serviría; ahora, como último término del proceso, como juez implacable, está esperando al lector, el eslabón final del proceso creador, el cumplimiento o fracaso del ciclo. Y es entonces que el cuento tiene que nacer puente, tiene que nacer pasaje, tiene que dar el salto que proyecte la significación inicial, descubierta por el autor, a ese extremo más pasivo y menos vigilante y muchas veces hasta indiferente que se llama lector. Los cuentistas inexpertos suelen caer en la ilusión de imaginar que les basta escribir lisa y llanamente un tema que los ha conmovido, para conmover a su turno a los lectores. Incurren en la ingenuidad de aquel que encuentra bellísimo a su hijo, y da por supuesto que todos los demás lo ven igualmente bello. Con el tiempo, con los fracasos, el cuentista capaz de superar esa primera etapa ingenua, aprende que en la literatura no bastan las buenas intenciones. Descubre que para volver a crear en el lector esa conmoción que lo llevó a él a escribir el cuento, es necesario un oficio de escritor, y que ese oficio consiste, entre muchas otras cosas, en lograr ese clima propio de todo gran cuento, que obliga a seguir leyendo, que atrapa la atención, que aísla al lector de todo lo que lo rodea para después, terminado el cuento, volver a conectarlo con sus circunstancias de una manera nueva, enriquecida, más honda o más hermosa. Y la única forma en que puede conseguirse este secuestro momentáneo del lector es mediante un estilo basado en la intensidad y en la tensión, un estilo en el que los elementos formales y expresivos se ajusten, sin la menor concesión, a la índole del tema, le den su forma visual y auditiva más penetrante y original, lo vuelvan único, inolvidable, lo fijen para siempre en su tiempo y en su ambiente y en su sentido más primordial. Lo que llamo intensidad en un cuento consiste en la eliminación de todas las ideas o situaciones intermedias, de todos los rellenos o fases de transición que la novela permite e incluso exige. Ninguno de ustedes habrá olvidado El barril de amontillado, de Edgar A. Poe. Lo extraordinario de este cuento es la brusca prescindencia de toda descripción de ambiente. A la tercera o cuarta frase estamos en el corazón del drama, asistiendo al cumplimiento implacable de una venganza. Los asesinos, de Hemingway, es otro ejemplo de intensidad obtenida mediante la eliminación de todo lo que no converja esencialmente al drama. Pero pensemos ahora en los cuentos de Joseph Conrad, de D. H. Lawrence, de Kafka. En ellos, con modalidades típicas de cada uno, la intensidad es de otro orden, y yo prefiero darle el nombre de tensión. Es una intensidad que se ejerce en la manera con que el autor nos va acercando lentamente a lo contado. Todavía estamos muy lejos de saber lo que va a ocurrir en el cuento, y sin embargo no podemos sustraernos a su atmósfera. En el caso de El barril de amontillado y de Los asesinos, los hechos despojados de toda preparación saltan sobre nosotros y nos atrapan; en cambio, en un relato demorado y caudaloso de Henry James -La lección del maestro, por ejemplo- se siente de inmediato que los hechos en sí carecen de importancia, que todo está en las fuerzas que los desencadenaron, en la malla sutil que los precedió y los acompaña. Pero tanto la intensidad de la acción como la tensión interna del relato son el producto de lo que antes llamé el oficio de escritor, y es aquí donde nos vamos acercando al final de este paseo por el cuento.

En mi país, y ahora en Cuba, he podido leer cuentos de los autores más variados: maduros o jóvenes, de la ciudad o del campo, entregados a la literatura por razones estéticas o por imperativos sociales del momento, comprometidos o no comprometidos. Pues bien, y aunque suene a perogrullada, tanto en la Argentina como aquí los buenos cuentos los están escribiendo quienes dominen el oficio en el sentido ya indicado. Un ejemplo argentino aclarará mejor esto. En nuestras provincias centrales y norteñas existe una larga tradición de cuentos orales, que los gauchos se transmiten de noche en torno al fogón, que los padres siguen contando a sus hijos, y que de golpe pasan por la pluma de un escritor regionalista y, en una abrumadora mayoría de casos, se convierten en pésimos cuentos. ¿Qué ha sucedido? Los relatos en sí son sabrosos, traducen y resumen la experiencia, el sentido del humor y el fatalismo del hombre de campo; algunos incluso se elevan a la dimensión trágica o poética. Cuando uno los escucha de boca de un viejo criollo, entre mate y mate, siente como una anulación del tiempo, y piensa que también los aedos griegos contaban así las hazañas de Aquiles para maravilla de pastores y viajeros. Pero en ese momento, cuando debería surgir un Homero que hiciese una Iliada o una Odisea de esa suma de tradiciones orales, en mi país surge un señor para quien la cultura de las ciudades es un signo de decadencia, para quien los cuentistas que todos amamos son estetas que escribieron para el mero deleite de clases sociales liquidadas, y ese señor entiende en cambio que para escribir un cuento lo único que hace falta es poner por escrito un relato tradicional, conservando todo lo posible el tono hablado, los giros campesinos, las incorrecciones gramaticales, eso que llaman el color local. No sé si esa manera de escribir cuentos populares se cultiva en Cuba; ojalá que no...

viernes, 22 de julio de 2011

El Extremo Celeste en un libro de literatura



El Extremo Celeste en un libro de literatura
Más de una persona me ha preguntado porque incluí al Extremo Celeste, la barra del Sporting Cristal en mi novela Sesenta Días Para Abandonar El País. Quizás estas sea la primera vez que alguien incluye al Extremo en un libro.
Aquí ensayo una suerte de explicación “contundente” al respecto o quizás una excusa para poder explicar lo que fue el Extremo para mí.
Todos hemos sido chiquillos y hemos tenido efervescencia de juventud. Mi padre suele siempre decir que uno es incendiario a los veinte y bombero a los cuarenta.
Antes de cumplir dieciocho años, tenía otro tipo de sueños y vivía como los jóvenes vivíamos aquella época: con la oreja pegada al radio a transistores AM para escuchar por Radio Ovación al equipo de mis amores: el Sporting Cristal, el primer gran amor de mi niñez.
Yo no soñaba con estudiar una gran carrera, yo vivía escribiendo mi diario todas las noches y pensando que el Sporting Cristal ganaría la Copa Libertadores y yo estaría en la tribuna para presenciarlo, no sin antes ganarle el título nacional a la U o Alianza. Alucinaba que un día iría a la cancha de Racing a ver jugar a la academia de Paz, Colombatti, Fillol, Iglesias, López.
Desde que tengo uso de razón, mi madre y mi hermano son hinchas de la U por lo que yo pensé desde mis cinco años (basado en el sincero error de mi familia y fantasía de niño) que solamente existía un equipo: La U, y que la selección nacional era lo mismo. Mi Padre simpatiza con el Muni y Cienciano pero nunca fue un gran devoto del fútbol, todo lo contrario.
Pese a ese “nefasto” color crema en las tertulias de familia familiar, los nombres de Gorriti, Quiroga, Uribe, Oblitas, Rojas, Mosquera, Quezada me hicieron ver que el globo terráqueo y el cielo no eran anchos ni ajenos, sino celestes y hermosos.
Yo fui la tribuna norte un par de veces y desde lejos miraba a la barra extasiado, me preguntaba cuándo podría estar allí cantando. ¿Qué se necesita para ser barrista?
Recuerdo que la primera vez que estuve en oriente con la barra yo estaban saltando y cantando como si fuese la final de la libertadores pero estábamos jugando contra el AELU, el cuadro Nisei, y apenas habíamos anotado un gol.
Quizás fue el destino, quizás mi Karma era ser barrista porque fui “captado” por dos personas que tenían presencia en la barra: el Chino F. y Cachaco quienes en algún momento estuvieron dirigiendo la misma.
Me invitaron a ser parte de la barra y quise ganarme la confianza de ellos pero fue un largo proceso, pues, hubo que demostrar en la cancha y fuera de ella que yo tenía pasta de barrista. Afortunadamente hice rápidamente amistad con varios barristas como el Comandante que me brindó posada y comida un día de esos en los que paraba durmiendo en cualquier lugar menos en mi casa.
Hubo una época en que los barristas parábamos juntos viernes, sábado y domingo pues antes que una barra era casi una hermandad.
Mi bautizo como barrista fue un puñete en la cara cuando aún la barra la conformábamos cuarenta personas y en Oriente La U, Boys, Muni y Cristal compartían tribuna. Alguien de la U, en un descuido, me lanzó un puñete mientras alguien con un garfio (mismo Pirata de Callao) me pretendía “hincar” con su brazo metálico.
Ese golpe me sirvió de mucho pues a partir de allí supe que nunca debía pensar gentilmente cuando acudes al “cemento” porque en los escalones del estadio sobrevives si sabes cuidarte la cara, el cuerpo, y las piernas por si alguien te quiere “acariciar” con una “zapatera” “matachancho” o “punta”.
He estado invicto en varias lides, a partir ese puñete. Aprendí a pararme bien, a no dejarme “pesar” por rival y que el primer golpe en una bronca muchas veces define todo. Al que me tiró el puñete en plena cara, que hoy debe ser padre de familia igual que yo, gracias porque me enseñaste eso que solamente se aprende en la calle: la pendejada.
En la barra pasé momentos muy gratos, tristes y algunos desafortunadamente también violentos: grandes partidos frente a rivales clásicos y Copas Libertadores: triunfos memorables a Racing, Boca, Vélez, Olimpia, América de Cali.
Perder un título frente a Huaral en los 90’s con un gol del Venado Aguirre (seguro nadie se acuerda de él, pero sí lo que fuimos barristas. Justo esa tarde era el “cumple” de mi amigo Payasito.
Asimismo la muerte sorpresiva de un barrista apodado el Loco, evento que me tomó de sorpresa y que me indicó que en algún momento debía trazar una línea recta en la curva de mi vida, mi vida loca (tomo prestada esta frase al escritor Luis Rodríguez y su libro sobre pandillaje en California llamado “Always Running” en el cual menciona que se hace un tatuaje con esta palabras).
Y también la “batalla” que tuvimos que enfrentar con la Barra Norte en el Lolo Fernández cuando incendiaron el bus cervecero que pudo terminar en tragedia. Fue un tarde gloriosa en la cual por primera vez jugamos de visita en el Lolo y la barra del Sporting Cristal acudió en masa lo cual causó sorpresa general pues se pensaba que antes las amenazas de una supuesta bomba, los celestes no iríamos.
Esa día en el Lolo fue una batahola infernal pues trescientas camisetas celestes, de los cuales apenas ochenta eran barristas y guerreros se enfrentaron al grueso de la Barra Norte que eran más de quinientos. En nuestra barra había padres de familia y hasta personas de la tercera edad como el Tío Coqui de Surquillo que solía invitarme un cigarro cuando estaba “aguja”.
Las fotos y las imágenes de TV de aquella época muestran como en inferioridad numérica dentro de la misma Cancha Pelo, Comandante, Rata, Flaco hicieron correr a los locales hasta que la policía nos metió palo y vino a recuperar banderas que en su misma cancha habían sido “confiscadas” por la gente pesada del Extremo.
El recuerdo más tierno de ese tarde infernal en Lolo es la imagen de un niño de ocho años que vendía cigarrillos y era hincha celeste. El niño aterrado me abrazó y le dije que no se despegué de mi lado y lo protegí con mi vida. Al terminar el partido que ganamos con dos golazos de la Pepa, Tobi y yo fuimos los dos primeros en salir para “saludar” como se debe a quienes había venido a tocar el portón de la tribuna con tanta insistencia.
Más de veinte años después de aquellos eventos, los miembros de esa Barra aún hoy nos comunicamos y existe la llamada Guardia Vieja que todavía acude al estadio ya sea con sus esposas e hijos. Se hacen actividades también siempre en pro de buenas causas. La última: un arreglo florar y bandera por el sensible fallecimiento del futbolista Gianfranco Espejo.
Hoy muchos de esos son barristas son profesionales: abogados, periodistas, publicistas, administradores de banco, empresarios e incluso doctores.
¿Qué es lo que había dicho mi viejo sobre la juventud?
Ah, sí, Incendiario a los veinte y bombero a los cuarenta.
Me han preguntado cómo un escritor y periodista puede ser asimismo barrista o hincha de un equipo y la respuesta no es fácil, quizás debería hacerse una mesa redonda algún día en el cual Antonio Cisneros pudiese explicar su pasión por la celeste, o el mismo Bayli.
Sé de otros escritores que son hinchas del futbol. Balo Sánchez León es hincha acérrimo de Alianza y casi casi nos hicimos amigos un tarde en la tribuna donde compartimos butaca en Occidente, conversamos lindo hasta que Cristal le encajó dos goles a Alianza y la cara del buen Balo cambió. “me escribes”, dijo el buen Balo y lo hice, pero sé que eso dos goles no los olvida. Tampoco quizás olvide que me saqué la camiseta en el palco preferencial de Occidente y mostré mis dos tatuajes y mis 80 kilos de peso. Previo a la presentación de mi primer libro, no me había rasurado una semana, por lo cual quizás Balo haya pensado que yo no era en realidad escritor, sino una afiebrada barra brava con sueños de opio por escribir. Quizás este en lo cierto y no los culpo.
Mario Vargas Llosa es hincha ferviente de la U.
Martin Roldan, escritor y amigo que estuvo en la mesa de presentación de mi último libro, es asimismo barrista del Comando Sur e incluso publicó un libro cuentos de fútbol llamado Este Amor No es Para Cobardes.
El fútbol, y a veces la misma literatura, no siempre tienen explicación. Son simplemente una segunda piel, un amor que no se olvida, la evocación de nuestra niñez, el barrio, los goles, la blanquiroja clasificando a Argentina 78 o a España 82, las peleas de puño limpio como en Cara de Ángel de Reynoso y los duelos tipo Día Domingo de MVLL. Confesión: yo vivo prendado de estos dos textos.
Los hinchas le cantan siempre a “los que no entienden este pasión”. Porque no hay nada más hermoso que tirar papel picado y gritar el nombre de tu equipo, cuando el cielo celeste intenso te anuncia una tarde de goles, abrazos y festejos, y la hinchada en el escalón se viene abajo hasta el alambrado, y te olvidas que el lunes tienes un examen jodido o lidiar con la oficina y un jefe que solamente pide resultados mientras en vez de trabajar, conversa solapadamente con la trampa.
Los hinchas lloran cuando ven al equipo perder o cuando se da la vuelta olímpica, lloran tanto como cuando los futbolistas, en una muestra de hombría y pundonor, derraman lágrimas en el gramado por el título perdido.
El fútbol nos transporte a un lugar hermoso llamado gol donde no existe el tiempo, problemas, clases sociales, tristezas, ni odios. Cuando gritas la palabra gol, el sonido de tu garganta te hipnotiza y sabes que el amor por tu camiseta es siempre incomparable, eterno porque cuando tu equipo juega simplemente te olvidas de todo, incluso de llamar a tu enamorada, del “cumple” de tu mejor amigo. Porque uno puede cambiar de trabajo, de auto, de casa, y a veces hasta de pareja, pero de equipo, jamás.
Es por ello que incluí al Extremo Celeste y al Sporting de mi vida en mi libro que tiene asimismo experiencias (algunas duras) por tierras lejanas en USA: Washington DC, Virginia, New York, New Jersey. Un libro simple y franco en intención.
Un abrazo a todos aquellos que han tenido la enorme dicha de haber gritado un gol de la celeste y a aquellos que no, también, un abrazo fraterno.
Gracias
Hemil Garcia Linares
Hemilgl@verizon.net